Me contaba mi madre el otro día que recordaba cómo al volver del colegio, se comía las castañas, las batatas y los boniatos asados que mi abuela sacaba de la cocina de carbón que tenían. Y que todavía guardaba ese recuerdo tan bueno. Y lo rico que estaba.
Nunca he asado batatas ni boniatos, he de reconocerlo. Pero es época de castañas, y en una casa en la que tenemos el horno encendido como mínimo una vez a la semana, para hacer pan o algún dulce, es una buena forma de aprovechar la energía.
La receta, de lo más simple:
Lavamos las castañas. Como cualquier fruto seco en crudo es sin gluten por naturaleza.
Les hacemos un corte. No hace falta que sea muy grande. La parte más lisa es bastante blanda, y con un cuchillo de punta es más fácil. Pensé que era algo irrelevante hasta que descubrí que si no les haces el corte, pueden llegar a explotar (por experiencia).
Las colocamos en la bandeja del horno cuando tengamos que precalentarlo antes de meter lo que estemos horneando.
Y se dejan unos 20 minutos a 180º.
No sé si estas castañas asadas formarán parte de algún recuerdo bueno en el futuro. De momento, dejan un olor estupendo en la casa. Y son un perfecto tentempié.
Es más, estoy pensando en incorporarlas en alguna receta….
Las castañas están buenísimas. Yo no tengo recuerdos de pequeño porque nunca me querían comprar castañas de los puestos, por eso ahora soy yo el que se las compra y me encanta, jeje
En lo de ahorrar la energía del horno tienes toda la razón 🙂
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A mí el olor me trae recuerdos de la Navidad. A veces íbamos de compras por la zona de Goya, y terminábamos quitándonos el frío con unas castañas calentitas.
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